En serio, no es broma. Desear lo mejor a los demás quizás no nos haga mejores, o quizás sí, pero no cuesta nada, y si por casualidad acertamos y realmente les va mejor sólo pueden traernos beneficios.
He pasado unos últimos días realmente buenos, tengo una serie de planes a corto y largo plazo bastante interesantes y quizás tenga una visión demasiado optimista de las cosas ahora mismo, pero estoy en uno de esos momentos de fé en los demás.
Es cierto que no todos "merecen ser salvados", pero los que realmente cuentan se merecen lo mejor de nosotros. Sin entrar en tópicos religiosos -pero sí morales- yo diría que mejorar la vida del prójimo es la mejor cosa que una persona puede hacer a cada minuto de su vida.
Sin embargo se me ocurre ahora -y es que, como siempre, escribo del tirón- que también necesitamos estar de tanto en cuanto en el "receiving end" de la cuestión. Quizás demos porque anhelamos recibir. Quizás dar sea una recompensa en sí mismo.
Si das y no recibes, como a veces pasa, y eso te hace sentir incompleto no sabría qué decirte. Sólo puedo desearte suerte y también justicia, o suerte en el reparto de justicia, que para el caso viene a ser lo mismo.
Oía hoy decir a la escritora francesa Anna Gavalda que el único consuelo real es el amor, y que el resto son sólo malos sustitutos. Sucedáneos baratos del motor de la vida. Amemos pues.
domingo, 21 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario